miércoles, 28 de septiembre de 2011

Querido Juan Horas:


Hace tiempo que vencí el reparo de escribir.
Hace tiempo que sé que me merezco hacerlo,
y que la pereza,
fiel compañera de viaje durante todos estos años,
no me merece a mí.

Es por eso que no escribes.
No obstante, te recuerdo cada día.
Sin Juan Horas,
Juan Horas no podría escribir.

El espejo frente al abismo,
el camino frente a la puerta
y el agua junto al fuego.
Como el horizonte colgando de los tirantes del arcoiris.

Ahora astillo la prosa,
como decía Méndez del Soto,
por si me cae algo de poeta entre las manos,
tan confiado estoy de mí mismo.
(Que no pagado).

Volverás a derramar tu desidia en lineas rectas,
en palabras romas y frases curvas, lo sé.
Pero no corras. Duerme.
Descansa en el agujero donde plantan el silencio
los campesinos del miedo.

Cultiva con ahínco tu soledad.
Cava con las manos un hueco en el regazo de la tierra
y resérvalo,
para cuando me acueste a tu lado,
tendidos ambos, fundidos en uno,
en el blancor de la página no escrita por los años.

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