viernes, 27 de noviembre de 2009

Una vez desarrollada la tolerancia suficiente al dolor y la fatiga iniciales, estoy experimentando un significativo fortalecimiento de mi disciplina. El cansancio no me abate más que físicamente mientras mi mente queda despierta y planea viajes imposibles. Donde antes veía esterilización del espíritu creativo, ahora encuentro el revulsivo a la vez que el obstáculo, siempre salvable, para sentarme a escribir. No hay nada cómo no tener tiempo para ser capaz de aprovecharlo.
Se me cierran los parpados, ajenos al ritmo de mis sinapsis.
Mañana empezaré un relato.

martes, 24 de noviembre de 2009

La escritura se aleja cada vez más de mi.

domingo, 22 de noviembre de 2009

La vida es así de extraña. Decido escribir mi diario, convertir mi ociosidad en algo, no solo productivo, sino memorable, y encuentro un trabajo. Llevo días sin escribir una sola letra, ni dentro ni fuera de de este libreto, y aunque me duela sentirme separado del cómodo despego de la pluma, he de reconocer que prefiero sentir la sangre bullendo en las arterias y el dolor palpitando en mis rodillas, al desmadejamiento del oficinista que suele sentir todo escritor prolífico.
Trabajo de ayudante en un almacén de materiales de construcción. Básicamente, cargo ladrillos y sacos en los vehículos de los clientes, y al llegar a casa me duele tanto el lomo que tengo que hacerme friegas con alcohol de romero. Aunque desde el punto de vista literario me está dando buenos frutos. Cómo sino iba a aprender yo términos como yeso controlado o cola unilateral. ¡Cola unilateral! ¿Me puede explicar alguien en que consiste? ¿Pega solo por un lado?, ¿Resulta innecesario llegar a consenso alguno para tomar la decisión de usarlo? Hasta donde me alcanza la memoria, no creo haber visto jamás ningún ente con un solo lado. Me muero por abrir un bote, pero vienen cerrados a cal y canto.
Me caigo se sueño. Días duros para la construcción, dicen alguno."Duros, duros", les contesto yo, "duros, duros".

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Tengo cosas que contar sobre esta noche, pero es demasiado tarde.

martes, 10 de noviembre de 2009

Tengo 30 años, soy escritor y estoy en paro. Es curioso pero nunca había sentido la necesidad de escribir un diario. Quizás, en este caso, la necesidad venga propiciada por la conciencia de capacidad, al contrario de lo que suele ocurrir. No creo que los 30 recién cumplidos tengan demasiado que ver con mi nueva disposición, aunque me resulta fácil agarrarme al tópico y aceptarlo. Los años me han dado la serenidad suficiente como para sentarme frente al papel y contarme cosas a mí mismo. A mí, que apenas existo más allá de las letras.
Un diario es una responsabilidad mayor que coleccionar puntos de libro o entradas de espectáculos, cosas éstas que siempre me gustó pensar que haría. Tengo puntos de libro y entradas repartidas por las cajas de todas las mudanzas que tejen mis raíces y así ha ocurrido también siempre con los capítulos de mi pasado. Dentro de cada caja de cartón, una biografía de 10 minutos, una maraña hecha con los cabos de cien madejas de colores.
Una vez escuché que todo escritor vocacional se inicia con su diario. Puede que así sea, pero en mi caso la necesidad (vocación es uno más de los muchos términos que la tradición judeo-cristiana nos prestó con altos intereses), la necesidad de escribir, digo, vino más determinada por el impulso de vivir mi vida que por el de dar fe de ella. ¿Quién soy yo? ¿Me parezco acaso a Tom Joad, a Guillermo de Baskerville, a Cully "Cuenta Atrás", a Tom Hagen?
Puede que eso sea lo que ha cambiado. Hoy, por alguna absurda razón, me siento cerca de aquellos personajes, me noto inmerso en una extraña obra cuyo argumento me resulta excesivamente familiar.
Me olvidaré de inventar por un instante, y aunque a veces no sea fiel a la realidad, juro solemnemente no mentir.
Tengo 30 años, soy escritor y este es mi primer diario.