martes, 10 de agosto de 2010

Juan Horas vuelve a contar los minutos

Un despacho. Sencillamente, necesitaba un despacho. Uno nuevo, por supuesto, porque el viejo no me valía. Nunca me vale. Pongo el huevo, lo incubo, y abandono el nido. No. Abandono el huevo, que es peor. Malditos sean los minutos y las horas que pasan sin que escriba una sola letra. De toda una vida, años en el Carrefour, aspirando la casa, aparcando el coche, cargando y descargando, da igual qué. Treinta días de vacaciones al año. Ese es el resumen de nuestro progreso. Siempre supe colarme por los entresijos. No sé cuándo se me olvidó. Ahora me doy de bruces con los anchos muros de mi rutina. Estoy claramente del lado de los que son como no quiero ser. Mi vida, a pesar de reportarme felicidad, me da náuseas. Escritor enfermo, enfermo de normalidad. Mientes constantemente al reloj.

1 comentario:

  1. Esa savia que te recorre y te hace salpicar esas palabras te mantiene vivo, tocado pero no devorado por la rutina. No perder el norte no es estar siempre rumbo a él, sino saber dónde está, no lo olvides

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